En la actualidad se están tratando de imponer dos cosas contrapuestas: el hacerle caso a todo y el no hacérselo a nada. El vivir para los demás y el vivir para uno mismo. Al menos lo primero es lo que se desprende de la invasión publicitaria actual (que vivimos en casi todos los aspectos de la vida, desde los deportes a la moda) y lo último, lo que emanan los comentarios de la gente ("Me importa un pepino lo que piensen de mí" y miles de formas de decir lo mismo), la moda de no seguir la moda. Cada movimiento tiene sus defensores y sus detractores, siendo raro encontrar comentarios que traten de buscar armonía entre ambos. De eso va en buena medida este escrito.
Creo que es oportuno no darle demasiada importancia a los comentarios ajenos al respecto de uno. Por excesivo me refiero a la tendencia a preocuparse por lo que diga hasta la última persona del planeta de nosotros, a seguir las llamadas "tendencias actuales" hasta el más mínimo detalle y a despreciar las opiniones que apuntan en una vía diferente... hasta que esas opiniones que seguíamos cambien en esa misma vía (caso de la "moda").
Pero igualmente pienso que uno no debe ser sordo a lo que comenten los demás. Especialmente de la gente que consideremos más cercana a nosotros. Detrás de nosotros, a veces incluso antes, son quienes mejor nos conocen. Quienes ven nuestros aciertos, nuestros errores y nos orientan en la dirección que ellos creen que nos conviene más. No siempre actuamos tan correctamente como nos vemos a nosotros mismos y es bueno tener unos cuantos ojos extra que nos lo detecten cuando estamos a tiempo. No parece muy sabio ignorar las opiniones de gente que quiere lo mejor para nosotros.
La ropa es tema aparte en estas discusiones. ¿Cómo deberían vestirse las personas? Siempre guardando las formas, lo más adecuado sería ir de la forma en que nos sintiéramos mejor con nosotros mismos. Hay gente que quiere ir llamando la atención, otros pasar más desapercibidos y gente que se queda en medio. No todo el mundo tiene por qué estar a la última si no lo desea.
De igual forma, ante los intentos de empujar a la gente en uno de los dos extremos, yo propongo la aristotélica visión de encontrar un punto medio. Oír a los demás, sí, pero también quedarnos con nuestra opinión original. Valorarlas ambas, probar los cambios o novadades propuestas si vemos que pueden aportarnos algo positivo y ya entonces decidir qué queremos hacer con nuestras vidas. Somos los últimos que decidimos, sí, pero no los últimos que percibimos.
Así que cuando empiece (como ahora) con un "esta boca es mía", espero acabar con "y estos son mis oídos". Y eso es lo que hago ahora.
miércoles, 12 de agosto de 2009
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